El denominado Estado plurinacional de Bolivia consta de diversas etnias agrupadas en dos denominaciones generalizadas. En el altiplano son mayoría los coyas: indígenas andinos, en su mayoría campesinos quechuas o aymaras. En la zona tropical y subtropical, imperan los denominados cambas: mestizos, blancos e indígenas amazónicos.
La variedad étnica de Bolivia es fiel reflejo de su territorio, que goza de tres climas diferentes. Por un lado está el altiplano, tierra extrema y pobre, siempre a más de 3.000m.s.n.m. De clima riguroso y belleza casi extraterrestre, el altiplano se divide en los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí. Montaña abajo se encuentra la tierra de los cambas: el oriente boliviano, de clima tropical, donde existen los departamentos de Pando, Beni y Santa Cruz. Y en medio de estos dos mundos tan opuestos, están los llamados valles: tierras mestizas y templadas, de climas subtropicales o semi-andinas, donde se distinguen los departamentos de Chuquisaca, Cochabamba y Tarija.
Mi primer viaje hace algunos años en Bolivia, había transcurrido íntegramente en el altiplano; ahora llegaba a otro mundo, sin complejos de inferioridad y mucho menos tímido con los extranjeros, como demostraba el áspero recibimiento del oficial de aduanas. El oriente boliviano es la región más rica del país y, desde hace años, experimenta un fenómeno secesionista que encabeza la ciudad de Santa Cruz, capital de su departamento y la metrópoli más desarrollada de Bolivia. Santa Cruz es también la urbe más poblada, o la segunda, tras las cuidades de La Paz mas El Alto.
El movimiento separatista de la autodenominada nación camba, amén de un móvil económico, sufre un marcado acento xenófobo. Dependiendo a quien le preguntes, dicho racismo puede achacarse a la presión demográfica y electoral del pueblo coya o a la influencia de los terratenientes blancos de Santa Cruz entre los cambas. El partido Movimiento Al Socialismo (M.A.S.) de Evo Morales, ostenta el poder central y encabeza, según su óptica, una lucha de clases por la igualdad entre indios, blancos y mestizos. Los líderes cambas niegan tal interpretación, y plantean el conflicto como una lucha racial de la mayoría andina, que pretende imponer sus intereses a los pueblos del oriente boliviano.
Las ayudas estatales del M.A.S. están favoreciendo el desplazamiento de miles de indígenas andinos hacia el oriente boliviano. Para los coyas es una tendencia normal, que ayudará a equilibrar la balanza de población/recursos; para los cambas se trata de un movimiento colonizador que culminará con la destrucción de su raza. A mi entender, la marca camba es una raza inexistente, basada únicamente en la “distinción” respecto a los andinos que son, y cito textualmente según diversos testimonios escuchados en Santa Cruz -más morenos y pequeños, pobres, sucios e incultos-.
Mi primera visita es Camiri, una población mediana en el departamento de Santa Cruz. Después de un mes de monótona llanura Paraguaya, la visión de las montañas tropicales de Camiri me obliga a detenerme aquí. La temperatura oscilará entre los 30 y 35ºC, todo un regalo tras la asfixiante experiencia por El Chaco. Por primera vez desde que abandonase Buenos Aires, alquilo una habitación, y además, en un hotel. El precio, cinco euros, es prohibitivo tras mi vida casi gratis en Paraguay.
La hermosa sierra de Camiri...
Durante mi estancia en la población, continúo indagando sobre la ruta a Fortín Ravelo, la aldea más cercana a aquella meseta misteriosa que vislumbré desde Buenos Aires a través de google maps y que ha sido mi “meca exploradora”: el objetivo final desde que salí de la capital argentina. Desde Camiri, debería atravesar de oeste a este la reserva nacional del Gran Chaco Ka-yla, zona sin carreteras y con escasas poblaciones aisladas. La empresa se presenta complicada y larga, así que resuelvo acudir primero al incipiente carnaval de Oruro, jurándome coronar la meseta antes de abandonar el país.
De ésta manera, paso algunos días en Camiri, el epicentro del decadente sector petrolero boliviano. Ésta es una Bolivia innegablemente distinta a la que yo conocí, pero me llena de recuerdos con aromas a Palosanto y hoja de coca. La mayoría de los locales son abiertos y resueltos conmigo, pero no se molestan en ocultar que, si yo fuese procedente de el Altiplano en lugar de la “gran madre” España, todo sería muy distinto. Una chica mestiza me cuenta orgullosa la ruptura unilateral con su ex-novio tras descubrir que éste era coya. A pesar de creerse tan modernos y occidentales, ésta gente parece haberse quedado varada entre el colonialismo y el apartheid.
Un camba de tragos por Camiri... hermano de la Monroe tampoco parece :P
Política aparte, Camiri me regala agradables charlas con la gente del mercado y bellos paseos por sus calles, ríos y montañas. La sierra tropical se me antoja un tsunami de vegetación que se encorva sobre la ciudad. Los niños me observan pasar desde sus casas, los evangelistas bautizan a sus fieles en armonía con la naturaleza...
Me marcho de Camiri con cierta desazón por no dedicarle más tiempo, pero el sentimiento de urgencia por hacerme con un lugar en el masificado carnaval de Oruro no admite réplica.
Evangelistas bautizando en el río...
Hay personas que se sientan a un lado del camino y esperan a ver pasar la vida, otras intentan cambiar el mundo... Tú ves la belleza de las razas y países que tu corazón conquista y eres capaz de asombrarte con cada detalle cual niño que contempla por primera vez el mundo. Gracias por enseñarme que aunque la vida no siempre es como nos gustaria, no deja por ello de ser hermosa.
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